sábado, 19 de abril de 2008

Le quiero, no le quiero, le quiero...

Hay que ver lo que nos encanta encontrar el sentido científico y demostrable de las cosas. Será porqué somos seres racionales. Pero también es importante que nos demos cuenta que no todo es tan sencillo y que hay cosas que creemos sin saber exactamente como son. Y no me refiero al tipo de preguntas a qué huele el aire o a qué saben las nubes.

Esta semana divagábamos sobre qué era lo que hacía que amáramos a nuestra pareja. Ante esta pregunta nos venían a la mente respuestas del tipo… “lo bien que cocina”, “lo atento que es con todo”, “lo bien que educa nuestros hijos”… Está claro que la respuesta no podía ir por ahí. Si fuera así, amaríamos únicamente cualidades. ¿Qué pasaría el día en que  nuestra mujer o marido tuviera que estar postrado en cama hasta el fin de sus días? ¿Dejaríamos de amarlo? En la misma línea, tampoco puede ser así porqué significaría reducir a pedacitos cuantificables todo el ser de nuestra pareja amada. Así pues, abandonamos esta línea de investigación y empezamos otra.

Si viajamos en el tiempo hasta el momento en que nos enamoramos de ella, nos daremos cuenta que hubo un primer instante “flechazo” en el que sin saber exactamente por qué, nos enamoramos. Digo seguramente, aunque estoy seguro que todos diríamos alguna “cualidad” (en ese momento sí) por la cual nos enamoramos. Con el tiempo, esa sensación fue dejando paso a un estado de “bienestar” cuando estábamos juntos: que bien estábamos cuando íbamos al cine, salíamos a cenar,… ¡estábamos juntos! Hasta llegar el día en que decidí (importantísimo el papel libre de mi voluntad) estar con ella y emprender un proyecto nuevo  no junto a ella, sino con ella.

En esos pasos anteriores creo que está la clave. Todos ellos han dejado un poso, unos recuerdos, una química en nuestro interior. Cada paso que hacíamos englobaba al anterior sin anularlo, hasta llegar a la decisión de quererla a ella.

Por eso, mientras comentábamos lo escrito con unos amigos, Enric nos dio la solución: ¡porqué es ella! Ahí está la clave. La queremos porqué es la que decidimos querer. Si quisiéramos, podríamos querer a otras/os. Pero no, la queremos porqué es ella. 

¡Feliç Sant Jordi!


© Photo: http://www.flickr.com/photos/stoper/

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