lunes, 31 de diciembre de 2007

La auténtica reforma educativa


Como ya hablamos hace un tiempo, en los últimas décadas se han sucedido distintos reformas educativas. Muchas veces, dependiendo del color del gobierno que hubiera, se daba más importancia a unos aspectos que a otros.
Ahora, con perspectiva, podemos asegurar que ninguna ha conseguido dar a nuestros jóvenes la educación que se merecen.
Cuando escribí el artículo sobre el fracaso escolar reflejado en el informe PISA, dejé entrever que gran parte del problema no se encuentra en el marco educativo que nos marca el Ministerio. Los principales causantes son la infinidad de variables que intervienen en la educación extraescolar.
Por eso, en mi opinión, la auténtica reforma educativa sería, principalmente, unificar horarios de padres y alumnos. Sé que si de mí dependiera, el ministerio de economía se me tiraría al cuello. Pero no estoy hablando de trabajar menos. Estoy hablando de concentrar horarios y no liberar tanto los horarios laborales.
¿Se podría incentivar a las empresas que limitaran el horario hasta las 17:00 o las 18:00? ¿Se puede penalizar a aquellas que fomentan el trabajo más allá de estas horas? Todo ello por no hablar de las que trabajan los domingos o las 24 horas, sobretodo en épocas navideñas. ¿Por qué miramos con buenos ojos, en la empresa, a aquellos trabajadores que se van más tarde a sus casas?
Seamos coherentes: la educación escolar tiene mucho que ver con la educación familiar. Los niños necesitan de sus padres y no sólo para que les ayuden a hacer deberes. Con ellos en casa, sienten la seguridad y el cariño de que hay alguien (que no es el canguro) que se preocupa por ellos.

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