De vez en cuando se oyen en los medios las distintas estadísticas sobre el número de veces que las persona utilizamos los músculos faciales para reír. Dicen que los niños se ríen o sonríen 4 veces más que los adultos. No hablaremos de cómo se llevan a cabo estas investigaciones pero seguro que alguien habrá tenido que ir paseando todo el día por la calle con algún tipo de “chisme” con sensores conectados a su cara. Sólo de pensarlo ya me río.
Los adultos se dedican a ir a sesiones donde les enseñan a pasar un buen rato sonriendo pero ¿y nuestros hijos? Ellos ya sabemos que sonríen, según las investigaciones, pero ¿nos ven hacerlo? Pensad un momento qué expresiones tenéis en la cara cuando estáis en casa con ellos, por la mañana, por la tarde, en el coche…
Es importante que los hijos vean que esos momentos en los que estamos con ellos riéndonos, no sean momentos ni situaciones forzadas. Recuerdo un padre que me comentaba que cada día reservaba un rato de su tiempo para hacer reír a sus hijos. No es ésta la solución porqué ¿y el resto de tiempo? La risoterapia familiar no se reserva a un rato ni a un momento. Debe ser, casi, una forma de vida.
Consejo: la fórmula perfecta es que nos vean reír a papá y a mamá. No hay actitud más contagiosa y más eficaz para la paz familiar que ver a los padres reírse conjuntamente.
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