Siempre que hablamos o pensamos en los hijos, nos vienen a la cabeza el tipo de personas en las que nos gustaría que se convirtieran.
En ese deseo encontramos la felicidad que nos gustaría que jamás les faltase, un buen trabajo, una buena educación, que aporten a la sociedad su granito de arena, que formen su propia familia… o no, etc.
Para todo ello ponemos los medios día a día pero… ¿Cuándo llegará ese futuro? ¿Para cuándo educamos? ¿Para los 20, los 30 o los 40 años?
Pensar en el futuro es bueno, pero quererlo tener todo previsto es un peligro. No te olvides del presente.
¿Te das cuenta que hace sólo unos días tenías a un bebé entre los brazos y hoy ya es todo un hombrecito? ¿No se te escapará el tiempo, cómo agua entre las manos, pensando en el mañana y olvidando su rápida infancia?
Edúcalo y disfrútalo para "el ahora".
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