No hay fiesta, para los europeos, que una más a las familias que la Navidad. Lo resume muy bien el clásico anuncio de turrón: ¡Vuelve a casa por Navidad!
Como todo en la vida, hay muchas formas de enfocar las cosas. Esa alegría de reencontrarse en el hogar de cada uno, con los miembros más queridos, se entrelaza con la tristeza de pensar en aquellos que ya no están. Esos últimos sentimientos, más comunes en los adultos, no deberíamos transmitirlos a los más jóvenes. Son sus fiestas, sus ilusiones, la alegría de la inocencia. El adulto debe desbordar alegría para así educar esos sentimientos en los pequeños… ¿Como lo adquirimos nosotros?
¡Dulce Navidad para todos!
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