domingo, 30 de enero de 2011

Carta de un adolescente a sus padres

Estoy viviendo tantos cambios que no sé quien soy ni hacia donde voy. Para saberlo no necesito vuestros sermones o vuestra presión, sólo vuestro cariño y aceptación, porqué sólo así podré descubrir quién soy realmente.
No arruinéis nuestra relación regañándome a toda hora por el desorden de mi habitación o por mi mal aspecto. Siento más deseos de complaceros cuando me apreciáis que cuando me reprendéis. Cuando me criticáis para corregirme, me defiendo y no acepto mis errores o mis defectos. Vuestras críticas no me ayudan a cambiar sino que aumentan mi malestar. Además, duelen más por que vienen de quien más quiero.
Escuchadme con atención y no desaprobéis lo que expreso, aludiendo a que no vale la pena sufrir por eso. Estaré más dispuesto a escuchar vuestras sugerencias si no tengo que defenderme y tratar de convenceros de lo que os explico, con o sin razón; es sinceramente lo que siento.
Dejadme ser autónomo y decidir cómo vestirme, cómo peinarme y cómo organizar mis cosas. Cuanto más dependiente me hagáis, más tendré que rebelarme para lograr independizarme.
Los procesos hormonales que afectan a todo mi cuerpo me producen una serie de sensaciones que ni conozco ni sé manejar, alterando mi estado de ánimo sin que lo pueda controlar. Mi mala cara no es contra vosotros sino mi propia forma de reaccionar a todo esto. Como ya no soy un niño pero aún no soy adulto, no me siento parte de los unos ni aceptado por los otros. Es por eso que me urge pertenecer y ser aceptado por mis compañeros. Y por eso hago lo posible por parecerme a ellos.
No me bombardeéis a preguntas ni tratéis de forzarme a que os cuente mis intimidades. Compartiré mis experiencias cuando esté seguro de que serán bien recibidas.
Cuando me dejáis hacer todo lo que quiero y no sabéis siquiera dónde estoy, me siento perdido, solo y abandonado porque deduzco que, si poco importo, poca cosa soy.
Aunque os quiero profundamente no me gusta que me acariciéis y menos delante de mis amigos. Entended que si os rechazo no es porque no os quiera, sino porque quiero sentirme mayor.
No me tengáis miedo ni temáis ser contundentes conmigo al prohibirme todo lo que me haga daño o ponga en peligro mi vida. Cuando me doy cuenta de que os intimido o os véis desesperados porque no podéis conmigo, me desespero y tengo ganas de dañaros para forzaros a controlarme. No me tratéis con indiferencia ni condicionéis vuestro amor a mi buen desempeño. Necesito saber que me queréis por lo que soy, no por lo que aprenda o por los éxitos y honores que consiga. Ayudadme a desarrollar mis cualidades, no simplemente mis capacidades, cultivando mi corazón y mi alma, no sólo mi inteligencia. Recordad que es más importante llegar a ser una buena persona que conseguir cualquier éxito profesional.
Tened en cuenta que tal como están las cosas, le tengo más miedo a vivir que a morir. A veces me siento muy pesimista respecto a mi futuro y el del mundo en general y llego a pensar que no vale la pena vivir.
Cultivad mi fe en la humanidad, infundadme esperanza en un mañana mejor y, sobre todo, ayudadme a amar a Dios y a la vida que me dio.
¡Recordad, no soy malo, simplemente me siento mal!
Del libro Creciendo con nuestros hijos
Ángela Marulanda

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso !!! Me animo a leer el libro.

Camilo Castro dijo...

Hola, tengo 18 años, y todos estos días he tenido cierta depresión... a nada le encuentro sentido, siento que esta sociedad es un asco... hable no con mis padres si no con un muy buen amigo, y me dijo que me sentía así porque estaba en la adolescencia. Ya que leí esto me tranquilizo, espero que mis hormonas se calmen porque ya no puedo más :S ... Gracias buen blog