Parece que lo que se lleva ahora son los casting. Al público no le interesa tanto el resultado final sino la selección inicial de los participantes.
Las anteriores ediciones de O.T. iniciaron la moda de ir preparando el ambiente, dejándonos ver los castings que hacían en las distintas ciudades de España. Fue un gran éxito. El público se enganchó a este nuevo tipo de programa.
A continuación lo repitieron otros programas musicales, de baile o el último “tu sí que vales,” donde se hace un casting sobre cualquier cualidad o don que crea el participante que tiene. La verdad es que es muy gracioso. Lo simpático o lo triste es que muchas veces te ríes al ver el ridículo que es capaz de hacer alguno para salir por televisión. Los directores de los programas lo saben y se aprovechan de ello.
¡Cuánta necesidad de autoestima hay hoy en día nuestra sociedad! Necesitamos que se nos valore, que nos digan lo bien que lo hacemos todo. Da igual lo que yo vea o lo que yo crea. Necesito que me digan: ¡qué bueno eres! ¡pasas a la siguiente fase!
Qué triste es ver a los participantes echarse a llorar. Desesperarse por no haber sido elegidos. ¿No hay cosas más importantes por las que llorar en la vida? ¿Dónde queda la autoestima de los participantes? Además, los concursantes necesitan ir acompañados de sus madres… el cojín que necesitarán para cuando les digan: “gracias por intentarlo, ya te llamaremos”.
En fin, los telespectadores pasamos un buen rato a costa de esos participantes y nos sirve, además, para educar a los hijos que con nosotros ven esas situaciones.
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