Cuando en el artículo de ayer hablé sobre la grandeza de llegar a la vejez, no profundicé en el tesoro que tienen las terceras generaciones, de ponerse en contacto con esa primera generación familiar.
La equidad intergeneracional tiene que ver con la justicia de preservar y engrandecer lo que uno se ha encontrado en la vida. Y no solamente a nivel material sino, sobretodo, en lo referente a los aspectos socio-culturales.
Cada uno de nosotros tenemos el deber, la obligación de cuidar el mundo que nos hemos encontrado. Protegerlo y mejorarlo para futuras generaciones. No hacerlo es un atentado contra los que nos han precedido y contra las futuras generaciones. Pero más importante todavía es hacer igualmente ese traspaso de bienes de todo lo referente a la cultura y tradiciones de la humanidad.
En el microsistema familiar, los que mejor pueden cumplir ese traspaso, son los abuelos. Los abuelos, con su experiencia y sus vivencias, transmiten a los nietos un bagaje cultural que sin duda no tiene desperdicio.
Por eso es tan importante el contacto entre esa primera y tercera generación.
Algún día, el círculo se cerrará y seremos nosotros, los padres, lo que pasaremos a transmitirlo a nuestros nietos.
© Photo: http://www.flickr.com/photos/viamoi/
La equidad intergeneracional tiene que ver con la justicia de preservar y engrandecer lo que uno se ha encontrado en la vida. Y no solamente a nivel material sino, sobretodo, en lo referente a los aspectos socio-culturales.
Cada uno de nosotros tenemos el deber, la obligación de cuidar el mundo que nos hemos encontrado. Protegerlo y mejorarlo para futuras generaciones. No hacerlo es un atentado contra los que nos han precedido y contra las futuras generaciones. Pero más importante todavía es hacer igualmente ese traspaso de bienes de todo lo referente a la cultura y tradiciones de la humanidad.
En el microsistema familiar, los que mejor pueden cumplir ese traspaso, son los abuelos. Los abuelos, con su experiencia y sus vivencias, transmiten a los nietos un bagaje cultural que sin duda no tiene desperdicio.
Por eso es tan importante el contacto entre esa primera y tercera generación.
Algún día, el círculo se cerrará y seremos nosotros, los padres, lo que pasaremos a transmitirlo a nuestros nietos.
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