domingo, 16 de noviembre de 2008

Cambiar, cambiar, cambiar...

El ser humano lleva escrito en sus genes el ansia de cambiar su entorno para hacer con ello su vida más cómoda y confortable. Cambiamos de casa, de coche, de trabajo… cambiamos todo lo que podemos para satisfacer la felicidad inmediata.

El viernes tuve la oportunidad de escuchar, en el IESE, una "masterpiece" del sr. Carlos Andreu sobre el autocoaching. En un momento de su intervención comentó que el carácter de las personas se define durante los primeros 7 años de vida. Así pues, después no intentes cambiarlo.

He estado todo el fin de semana dándole vueltas a esa afirmación y creo que, efectivamente, tiene razón. Podemos ayudar a los hijos a controlar su carácter pero cambiarlo totalmente no podremos.

Hay personas que van al matrimonio con la falsa esperanza (grave error) de que su pareja, con el tiempo cambie. Piensan: cambiará su forma de ser y entonces seremos felices. ¡Cuántos matrimonios se van al traste por ese deseo!

Ya va siendo hora que nos demos cuenta que para conseguir la auténtica felicidad en el matrimonio no debes cambiar, cambiar, cambiar a tu pareja. Lo que debes hacer es cambiar, cambiar, cambiar tu forma de ver las cosas, luchar y amarla con sus defectos y virtudes.

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