Patético y ridículo. Hace unos días, mi hijo de 10 años fue al peluquero al que acostumbra a ir siempre: el que está más cerca de casa. La peluquera, una mujer de unos cincuenta, en un querer hacerse la progre y enrollada, le preguntó: ¿Y tú, qué querrás ser: niño o niña? ¡Tal cual! Mi mujer se quedó helada y cortó a esa hippy al instante.
Me enteré, al día siguiente, del estilo de conversación que mantuvo esa señora con mi hijo porqué, el pobre, no entendía a qué venía esa pregunta.
No voy a dedicar ni un minuto a opinar sobre lo patético de la pregunta. Lo que me parece realmente irrespetuoso, intolerable y denunciable es la desfachatez con la que, una cualquiera, pregunta a un menor sobre su identidad sexual.
Lo único divertido del tema fue la mirada de asombro de mi hijo, queriendo decir: ¡de qué planeta viene esta señora!
Los hijos están en contacto directo con infinidad de opiniones y tendencias y no siempre estaremos allí para aclarar las tonterías que otros dicen. ¿Sabremos educarles y ayudarles a formar su propia personalidad? Sólo así conseguirán tener criterio propio para detener las estupideces que puedan plantearles.
Por supuesto, antes llevará el pelo hasta el tobillo que volver a pisar la peluquería "Metode A" de Girona.
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